martes, junio 20, 2006

Jubilación: la alegría de vivir

Con algunos compañeros, también jubilados,
recibiendo la medalla del trabajo.
Aparezco en el centro de la imagen.

Como profesional de la medicina siempre me ha preocupado la calidad de vida de mis pacientes y he comprobado que la dimensión psíquica ha ido ganando en protagonismo en los últimos años. Por un lado hemos vencido batallas importantísimas y por otro nos hemos encontrado con personas que tienen un algo grado de insatisfacción personal.

Estas circunstancias se dan acentuadas en la etapa post profesional, cuando nos jubilamos y nos encontramos con muchas horas de tiempo disponible, y quizá no acertamos a emplearlas del modo más adecuado. Yo también sufrí este desembarco en una playa con la que nunca había soñado y en la que no disponía de medios de supervivencia.

La reflexión personal sobre esta etapa es esencial, por eso quiero dejar en esta bitácora las mías, por si pueden ser útiles a otros. Hoy sólo quiero decir lo siguiente.

Lo decisivo en la vida humana es aceptar el procio ser, con sus condiciones en todo su alcance. Hay que aceptar la propia vida como un don que se nos otorga en el origen y como un obsequio que debemos hacer gustosamente a Quién nos la dio. Este recibir agradecidamente la vida en cada fase nos lleva a conceder a cada momento de la existencia su debido valor, que radica en la capacidad de crear vínculos, establecer relaciones de amistad y ámbitos de convivencia. De esta forma el hombre crece biológicamente, pero también personalmente. Y este desarrollo debe fomentarse en todas las etapas, no sólo la juventud, también en la madurez y en la vejez o senilidad.